Suben otro más
Del 30 de junio al 20 de julio, los cuartos de final fueron una barrera
insuperable para las representaciones de nuestro deporte más popular: Argentina
perdió en esa instancia con Alemania, River contra Libertad, Estudiantes vs. San
Pablo y Vélez ante Chivas.
En los mundiales, a 16 años ya de nuestra última
final, nos hemos acostumbrado. En las libertadores, salvo cuando interviene
Boca, tampoco son grandes las expectativas. Hoy, como se informa en página 27,
dos brasileños empiezan a definir quién se lleva la taza y el recuerdo de
tiempos cercanos es inevitable.
Durante esta década abundante en logros, el
Xeneize llegó en cuatro ocasiones a la serie decisiva —siempre con Bianchi como
DT— y paró dos veces en cuartos. Muy fuerte de local, donde apenas registra dos
derrotas en 38 partidos, se transformó en el símbolo máximo del fútbol argentino
para la región. Ese era el papel de Independiente en los 70, cuando también fue
finalista en cuatro ocasiones (72 a 75, campeón en todas). Un progresivo declive
deportivo-institucional alejó al Diablo de la escena sudamericana: en el lapso
de estudio, registra sólo una participación copera que terminó rápidamente. Más
suceso tuvo su vecino Racing, con semi en el 97. San Lorenzo, en tanto, suma
cuatro eliminaciones consecutivas en 1 fase. En cuanto a River, la enumeración
de sus traspiés excedería el espacio asignado a esta columna.
Entre los
varios verdugos, sin duda, sobresale San Pablo. Los Tricolores, antes de sacar
al Pincha, dejaron en el camino a Central (octavos 04) y River (semi 05). A
Boca, próximo rival de los paulistas en la Recopa, le corresponde la difícil
misión de vengar a los sufridos compatriotas.Marcelo Guerrero, de Diario Olé
Siendo un poco más coherente en el contenido escrito de este blog, voy a poner después de cada partido algunas opiniones de profesionales para ampliar un poco el sentido conceptual de este espacio. A ver qué sale.
Boca arrancó el torneo como terminó el anterior: con autoridad. Y le sobró ante
un aplicado rival al que se le fue corriendo el maquillaje con el paso del
tiempo y del fútbol de Gago, de Battaglia, de la pausa de Marino, del el vuelo
de Neri Cardozo, de las corridas de Palacio (algo encaprichado con hacer su gol)
y hasta de la sensibilidad de Palermo, en una versión más lúcida y lucida, en un
partido muy especial para él. A diferencia de lo que suele pasar, Boca primero
se floreó y después lo ganó.
Adrian Piedrabuena, de Diario Olé
Boca entendió que el toque debía ser el vehículo para escapar de la languidez o
de las precauciones carcelarias que Banfield desparramó por la Bombonera. Por
eso, la primera media hora del encuentro vibró al compás del lucimiento
boquense. Con determinación y autoridad, Boca acorraló al conjunto de Leeb y
encadenó tres nítidas acciones de peligro por un cabezazo de Palermo que
salvaron entre el poste y Lucchetti, un remate cruzado y apenas desviado de
Marino y un fantástico slalon de derecha al centro de Palacio, al que le faltó
potencia en la resolución.
Cristian Grosso, de La Nación
Lo cierto es que Boca produjo ayer, ante Banfield, una actuación de
enorme jerarquía colectiva. De ésas que no se ven comúnmente. A todo toque, de
punta a punta de la cancha. Con gambeta permitida, pero especialmente poblada de
buenas intenciones. Para anticipar, para armar triángulos, para cambiar de
frente. Para retroceder y volver a intentar. Al ataque, sin especulaciones. Con
el chico Fernando Gago como bastonero. Y con el resto tocando la misma música.
Fue tan atractiva la propuesta que en el primer tiempo, cuando el gol no
llegaba, un par de veces la multitud se puso de pie para aplaudir jugadas. Lo
que demuestra que el gusto por las maneras de ejercer el fútbol no tiene
banderías que lo diferencien.
Horacio Pagani, de Clarín